El arte de “pajarear” en Colombia
Aunque siempre he sido un amante de los animales, debo confesar que durante gran parte de mi vida no me había interesado de forma específica en el avistamiento de aves. Si bien siempre las he admirado y fotografiado, no había nacido aún en mí una atracción especial por los pájaros que me animara a aprender más sobre ellos y mucho menos a realizar actividades que tuviesen como propósito principal su observación. Pero todo eso, curiosamente, cambió de forma radical durante la cuarentena obligatoria por el Covid-19, que nos obligó a permanecer en nuestras casas encerrados durante varios meses del año 2020.
La primera semilla que hizo germinar en mí esa atracción, fue la idea del fotógrafo de naturaleza -y también abogado- argentino Tomás Thibaud, quien, durante el mes de julio de 2020, mientras permanecía encerrado en su casa de Buenos Aires, decidió construir un comedero para aves en el jardín, cuyo desarrollo pudimos ver en vivo quienes lo seguimos en su cuenta de Instagram (@tomasthibaud). Ahí, mientras él disfrutaba del proceso de montaje y crecimiento de su comedero (que hasta llegó a tener una pileta), yo gozaba tanto como él viendo en tiempo real cada vez que llegaba una especie nueva a visitar su jardín.
Como el gran Tomás es un enamorado de la vida silvestre, empezó a promover su idea para que otras personas en Argentina y otros países de Latinoamérica también montáramos nuestro comedero de aves y disfrutáramos de lo que la naturaleza nos podía regalar en nuestra propia casa, especialmente de los pájaros que gozaban de esa libertad que nosotros no teníamos, pues estábamos impedidos para salir a lugares abiertos a realizar las excursiones que tanto nos apasionan.
Por eso, a mediados del mes de agosto de 2020, cuando mis papás y yo nos mudamos a vivir en la zona rural de Tenjo por la extensión de la cuarentena, decidí seguir la idea de Tomás y montar mi propio comedero para aves en el jardín, lo cual fue un inmenso motivo de felicidad para mí. Porque si bien al principio sólo se acercaban 1 o 2 pájaros temerosos, con paciencia pude ver cómo cada día se iba llenando de más especies y aves, cuyos comportamientos me dediqué a estudiar para comprenderlas y aprender de ellas.
Así pude ver de primera mano cómo son las interacciones entre los pájaros adultos y los juveniles; cómo las madres alimentan a sus crías mientras no pueden valerse aún por sí mismas; cómo a veces, a pesar del tamaño intimidante de unas especies sobre otras, hay algunas aves que no se dejan amenazar y están dispuestas a defender su espacio y su comida con determinación. Todas esas situaciones de la vida de los pájaros, sobre las cuales se han escrito muchos libros (entre ellos les recomiendo “El Ingenio de los Pájaros” de Jennifer Ackerman), las pude ver con mis propios ojos revisando las decenas de horas de grabación que con mi cámara GoPro realicé del comedero, que en algunas ocasiones transmití en vivo a través de mi cuenta de Instagram y que aún hoy guardo con cariño entre mis archivos.
Y fue en medio de este proceso de observación de las aves en el comedero de Tenjo, que llegó como caída del cielo la puntada final que hacía falta para terminar de enamorarme de esta actividad; cuando una noche un amigo publicó en su cuenta de Facebook que a las 11:00 p.m., por el canal Caracol, iban a transmitir el documental “The Birders” (“Los Pajareros”, en español), de cuya existencia no tenía conocimiento.
Así que muy puntual, a la hora indicada por mi amigo prendí el televisor y sintonicé el canal nacional; 10 minutos después ya estaba totalmente fascinado con este documental financiado por ProColombia, con el apoyo de FONTUR y protagonizado por uno de los mejores guías de observación de aves del país, Diego Calderón-Franco, en el que se relatan los pormenores de un viaje de 11 días por el norte de Colombia, descubriendo muchas de las especies que habitan la península de la Guajira, el parque Tayrona, la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá.
Este documental, que además entremezcla el encanto de los pájaros con los sonidos latinos de la música hecha en nuestra tierra, fue el que finalmente terminó de abrir mis ojos y volcar mi atención hacia las aves. Porque luego de ver en este film la biodiversidad que tenemos, pude comprender la magnitud del tesoro que esconde Colombia, el lugar del mundo con el mayor número de especies de todo el planeta. ¡Tarde me di cuenta de que llevaba muchos años perdiéndome toda esta fantasía! Pero la buena noticia es que todavía tengo vida y tiempo para seguir aprovechando este rincón del globo cuyos cielos, selvas, bosques, montañas, ríos, páramos e incluso ciudades, están llenas de color y melodías armoniosas.
Este interrogante, además, me llevó a hacer una reflexión y a tomar una decisión muy importante. Porque a pesar de que me encanta el océano, soy fanático del buceo y disfruto enormemente fotografiando y viendo especies marinas, la realidad de mi día a día es que vivo en la ciudad de Bogotá, en la mitad de la cordillera oriental de Los Andes, a 2.600 metros de altura, donde no puedo salir al mar con la frecuencia que quisiera. ¡Pero a mi alrededor tengo múltiples parques naturales y reservas forestales en las que puedo ver distintas especies de aves! A una hora de camino puedo ver pájaros de ecosistemas paramunos en La Calera y Fómeque o ir a observar especies de alturas medias en municipios como La Vega o La Mesa. Así que, ¿por qué no aprovechar al máximo todo lo que tengo a mi alrededor para tener ese contacto maravilloso con la naturaleza? Por eso tomé la decisión de que, a partir de ese momento, iba a sacar partido de todo el potencial que tiene nuestro país y que tiene la tierra donde vivo, para conectarme con la vida salvaje y con su magia a través de las aves.
Esa decisión, además, me llevó a tomar un curso virtual de aviturismo con Diego Calderón (el mismo genio detrás del documental que me enamoró de las aves, a quien pueden seguir en Instagram como @diegocolbirding o en Facebook como «Diego Calderon«), donde me contagié de la pasión que él siente por los pájaros, de la forma en que ha podido explorar casi todo el territorio nacional en busca de algunas especies raras que difícilmente se pueden observar y de cómo se ha convertido en un embajador de Colombia, guiando y compartiendo con cientos de extranjeros que vienen cada año precisamente a eso, a ver aves en el mejor país del mundo para ese propósito.
Por esa razón, teniendo la ventaja de vivir en esta tierra llena de especies de variadas formas, colores y cantos, ahora dedico parte de mi tiempo y excursiones a observar aves, a ir desarrollando y afinando poco a poco el “arte de pajarear” y a disfrutar al máximo esta actividad que tiene muchísimas ventajas físicas, económicas, emocionales y sociales sobre las que les hablaré en mi próxima entrada.
Hasta la próxima!
Julián A. Gómez-Díaz – Itinerant Lawyer