Aprender a viajar solo: mi primer paso para recorrer el mundo

Durante muchos años pensé que no había nada en la vida más triste, deprimente e incómodo que ir a cine solo. Me parecía que quien iba a un cinema a ver películas sin compañía era una persona ermitaña, que generaba lástima e incluso en algunos casos sospecha. Pero jamás me imaginé que cambiar esa idea y superar ese prejuicio sin fundamento, luego se convertiría en parte de mi “entrenamiento” para desarrollar una habilidad que después resultaría vital en mi vida: ser capaz de viajar solo.

A los 25 años estaba radicado en la ciudad de Manchester – Inglaterra haciendo mi maestría, con una maravillosa vida de estudiante que iba más allá de las clases, la interminable lectura de libros y la constante redacción de papers y ensayos académicos. No obstante, una de las actividades que más extrañaba de mi antigua vida en Colombia era ir al cine. Pero resulta que la organización de ese plan tan simple se vio enfrentada a una dificultad que durante los primeros meses en el extranjero me impidió disfrutar de este hobby: nadie se animaba a ir conmigo. Unos porque tenían responsabilidades en la universidad, otros porque se iban de viaje y algunos otros porque simplemente no les alcanzaba el dinero para pagar una entrada.

Hasta que un día tomé una decisión “corajuda”: sin importar cómo me verían los demás asistentes en la sala, qué pensarían de mí y lo incómodo que me podría sentir, iba a ir a cine solo. Y así fue. Superando ese “complejo” que hoy recuerdo con cariño, me “armé de valor” y me fui a un cinema del centro de la ciudad a ver una película tan mala, de cuyo título ni siquiera me acuerdo.

Pero lo verdaderamente importante de esta historia es que al regresar a la residencia estudiantil donde vivía me sentí orgulloso de mí mismo, me arrepentí de haber dejado pasar tanto tiempo sin haber dado ese paso por la prevención que tenía y prometí que desde ese momento en adelante no iba a dejar de hacer los planes que me gustaban, así tuviese que hacerlos solo, si nadie más estaba en condiciones de acompañarme.

Por eso, el siguiente paso que di en este proceso de “empoderamiento individual” fue tomar la decisión de empezar a viajar solo a distintas ciudades de Europa que quería conocer; algo que nunca había hecho antes en mi vida, en una época en la que aún no estaban disponibles muchas de las herramientas tecnológicas que tenemos hoy en día. Y fue allí donde descubrí el gusto y el valor de ser capaz de ir de un lugar a otro sin necesidad de compañía, cuando ésta por alguna razón no resulta posible.

Mi primer viaje a Roma, frente al Castillo de Sant’Angelo (2005)

Porque aprender a viajar solo me ha ayudado a fortalecer el carácter, me ha permitido desarrollar ciertas habilidades y me ha dejado las siguientes 5 lecciones de vida, que en esta entrada les quiero compartir:

1. Conocerse a uno mismo es la piedra angular para aumentar la autoestima y la autoconfianza: en nuestra vida diaria estamos rodeados permanentemente de personas de nuestro hogar, nuestro trabajo o de nuestro círculo social. Pero todo esto cambia cuando emprendemos un viaje solos; pues a partir del momento en que nos montamos en un avión, en un tren o en un carro, con rumbo a nuestro destino, nosotros mismos vamos a ser nuestros únicos acompañantes. Y ese es el preciso instante en el que tendremos que confrontar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos e incluso nuestros temores. Perder ese miedo a “estar solos” es el primer peldaño para aprender a sentirnos a gusto con nosotros mismos y a mejorar nuestra confianza para afrontar los retos que la vida nos pone en sus múltiples facetas.

2. El mundo está lleno de gente maravillosa: y la mejor forma de descubrirlo es precisamente viajando solo. Recuerden esos viajes que han hecho con sus familiares, amigos o sus parejas y verán que casi la totalidad de los recuerdos que tienen son precisamente con esos acompañantes (lo cual también es fantástico!). Pero cuando uno viaja solo tiene esa oportunidad de conocer a otras personas con las que probablemente jamás habría interactuado en otras circunstancias. Es así, estando solo, cuando se presentan esos momentos únicos en los que un grupo de extraños lo invitan a uno a compartir su mesa o cuando se coincide en un tour en un país lejano con otros que hablan el mismo idioma de uno, tal como conocí a mis grandes amigos Maribel y Horacio (ella peruana, él argentino, casados luego de conocerse en Colombia), con quienes compartí durante un tour por la ruta del vino y la Península del Cabo en Sudáfrica, y con quienes aún hoy me junto con frecuencia en algún rincón del planeta. Todas esas personas extraordinarias están ahí, haciendo lo mismo que uno, descubriendo y maravillándose con el mundo, y qué mejor que poder cruzar nuestro camino con el de ellas.

3. La creatividad siempre será una de nuestras mejores aliadas: si hay algo que permita desarrollar nuestra creatividad es precisamente encontrarnos solos, en un lugar extraño, con personas desconocidas, frente a una realidad distinta a la estamos acostumbrados. Porque cuando estamos por nuestra cuenta las circunstancias nos obligan a resolver múltiples problemas a los que nos enfrentamos durante nuestro viaje, tales como superar la barrera del idioma, ubicarnos en una ciudad o en un territorio que desconocemos o lograr acoplarnos a otras costumbres y conductas culturales. Todas estas situaciones nos incentivan a ser recursivos, imaginativos y a aprender a superar las dificultades que se nos puedan presentar, lo cual nos será extremadamente útil en todos los ámbitos de nuestra vida.

4. Una mayor libertad conlleva una mayor responsabilidad: una de las grandes ventajas de viajar solo es no depender de nadie. Eso implica que en cada destino uno puede ir a las atracciones que quiere, visitar los restaurantes que prefiere o simplemente poder decidir cómo distribuye su tiempo sin necesidad de consultarlo o concertarlo con alguien más. Pero eso también implica que uno debe ser más responsable pues no habrá alguien que lo cuide o que lo pueda socorrer en el evento en que se presente una emergencia. Por eso, aprender a manejar esa libertad con responsabilidad, siendo precavidos y actuando con sentido común, es fundamental para disfrutar de nuestro viaje solos, sin asumir riesgos o enfrentarnos a peligros que podemos evitar.

5. Siempre podemos ser más fuertes de lo que imaginamos: porque cuando estamos solos en algún lugar, fuera de nuestra zona de confort, siempre nos veremos enfrentados a situaciones que nos obligarán a superar nuestros miedos y a dejar atrás nuestras prevenciones. Estar solos en un espacio que desconocemos y al que no estamos acostumbrados nos retará a realizar cosas que muchas veces ni siquiera imaginamos que seríamos capaces de hacer, aprendiendo así a desenvolvernos ante nuevas y distintas situaciones en las que pondremos a prueba nuestra fortaleza, sorprendiéndonos a nosotros mismos.

Ese fue mi primer paso para empezar a recorrer el mundo; dejando atrás los prejuicios, mis inseguridades y tomando la decisión de lanzarme al vacío, de no tenerle miedo a lo desconocido, de creer en mí mismo y de seguir creciendo en mi capacidad de desenvolverme frente a múltiples situaciones nuevas y retadoras, mientras disfruto de mi propia compañía.

Nunca es tarde para viajar solo por primera vez. Así que anímense, disfruten de ese lugar que siempre han querido conocer y llenen su vida de memorias e historias que luego puedan compartir a su regreso con todos sus seres queridos!

Hasta la próxima!

Julián A. Gómez-Díaz – Itinerant Lawyer